Jesús, el Rey de reyes, hace lo impensable la noche antes de su crucifixión: se arrodilla para lavar los pies de sus discípulos. En este asombroso acto de humildad, redefine la grandeza, mostrando que el verdadero liderazgo se encuentra en el servicio. Aunque Pedro se resiste, Jesús insiste, enseñando que primero debemos ser servidos por Él antes de poder servir verdaderamente a otros. En un mundo obsesionado con el estatus y la autosuficiencia, Jesús nos llama a dejar a un lado el orgullo, abrazar la vulnerabilidad y seguir Su ejemplo de amor sacrificial. ¿Le permitiremos que nos limpie? ¿Y serviremos a otros como Él nos ha servido?